Para trabajar como es debido, así como para la mayoría de aspectos de la vida que dependen de nuestras decisiones, el pensamiento es indispensable, no solo como ideología sino cómo sinónimo de inteligencia, razonamiento. Pensar, eso que dicen que nos diferencia de los animales.

Adentrándome en el tema que quiero plantear, se supone que en determinadas carreras, en ciertos cargos empresariales no solo se tiene a la inteligencia, el conocimiento, el análisis como características muy bien valoradas sino que, cuanto más estudios o experiencia tengas que a su vez den valor a tus aptitudes, mucho mejor.

Como ser humano pensante e inteligente que soy (o al menos eso creo), no tengo nada en contra del conocimiento, del pensamiento instruido, de los cerebros que sacan conclusiones, resuelven problemas y aportan soluciones, por el contrario, los promuevo desde mis propias acciones que me llevan a indagar en todo aquello que sea de mi interés y que aporte a mi educación. Ahora bien, constantemente me pregunto ¿qué pasa con el sentir?, ¿cómo lo incluimos en la ecuación de la vida laboral?, ¿qué importancia le damos a eso que también es parte de nosotros?.

De las primeras preguntas se derivan otras que me resultan complementarias y me invitan a profundizar más en lo que hacemos desde Halo Frida: ¿pensamos y sentimos por igual, en la misma proporción?, ¿le prestamos la misma atención o importancia a ambos actos?, ¿los tomamos en consideración indistintamente a la hora de trabajar?. Una cantidad de incógnitas que podríamos respondernos una a una o resumirla en una sola: ¿sabemos emocionarnos?

Me asalta la duda porque en realidad no lo tengo claro del todo, comenzando por mi misma, a pesar de ser un tema que trabajo a diario, no puedo decir con absoluta certeza si realmente se cómo emocionarme, si tengo una sana y consciente relación con mis emociones como para reconocerlas. Me pregunto hasta dónde las conozco, cómo las gestiono, ¿las juzgo?, ¿las etiqueto?.

Partiendo del auto conocimiento es cuando pasamos a la gestión de las emociones, a una relación sana con todas ellas, las agradables y las no tan agradables, a una aceptación de las mismas para poder pasar a la acción desde un lugar sano, sereno, consciente, más que desde lo volátil, lo ‘positivo’ o ‘correcto’, sobre todo si del ámbito laboral se trata, ya que lo laboral y lo personal, por mucho que exista la insistencia en querer separarlos, son dos aspectos que están lógicamente vinculados, la persona que trabaja es la misma persona que vive “lo personal”, es decir, para mi el trabajo también cuenta como algo personal.

A donde quiero llegar es a que, desde mi punto de vista y experiencia, se trata de cómo atiendo a mis emociones precisamente desde el punto con el que he comenzado a escribir, desde el pensamiento y la inteligencia, se trata de fusionar la pura inteligencia con la llamada inteligencia emocional para ser más completos, para ser capaces de analizar los hechos no solo desde una postura únicamente racional o exclusivamente emocional, sino de encontrar un sano equilibrio que nos permita ver toda la pieza y no solo sus componentes, se trata de no ver pensamiento y emociones como elementos independientes y aislables el uno del otro.

Para enseñarnos a que tengamos conciencia de esa inteligencia emocional se han puesto a nuestra disposición, por mucho tiempo, una cantidad de ejemplos, ejercicios, que tienen un punto de partida intelectual y que según mi óptica son un tanto encajonados y se riñen con la creatividad que queremos poner en práctica, nos invitan a catalogarnos, a etiquetarnos de buenas a primeras, no digo que sea mejor o peor, simplemente pienso que esa forma de catalogar puede crearnos, así sea inconscientemente, un prejuicio ante muchos conceptos que luego queramos usar.

Miremos un caso que todos seguramente hemos experimentado. Desde que somos pequeños comienzan a relacionarnos colores con emociones, está en los libros que usamos para los deberes, en los de dibujo, en los que valen para enseñarnos a leer. Asimismo desde hace tiempo ha existido quienes dan colores a las emociones y las agrupan, sacando de ello también tipos de personalidades como, por ejemplo, la tristeza es azul o gris, la pasión y la rabia son de color rojo, la alegría naranja o rosa, el duelo negro, lo molesto marrón, la esperanza verde, y así. La publicidad también ha sido una de las grandes promotoras de estos listados de categorías y, sin darnos cuenta, hemos ido amañando nuestro cerebro a establecer relaciones que no podemos verificar al 100% que sean del todo ciertas, sobre todo si esas relaciones establecidas nos inclinan a dividir emociones en buenas, malas, regulares, etc. Para explicarme más aún, yo no soy de usar mucho rojo, no es uno de mis colores predilectos, y me considero una gran apasionada, una enamorada vibrante de la vida y de lo que hago, por un tiempo también tuve carácter explosivo, ¡debí haberme vestido de rojo de los pies a la cabeza! y no lo hice, porque ni siquiera me identifico con tal color.

¿No nos condiciona todo lo que he mencionado?. En ello he estado pensando un buen tiempo y de pronto lo que pienso se contradiga con mis propios esquemas o códigos personales en cuanto a la vestimenta que considero adecuada para determinados momentos, como el de evitar el negro si estoy triste o si voy a una reunión en la que quiero dar un aspecto vibrante, positivo, o el vestirme de colores suaves si quiero transmitir calma, tranquilidad. ¿Y no puedo mirarme a mi misma y pensar que puedo estar equivocada? ¡Bendito sea que sí puedo y me lo permito!, tanto que lo hago aquí de manera pública.

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Resulta que estudiando para desarrollar tareas para los talleres que tenemos en el laboratorio, oyendo, viendo resultados de participantes, he podido darme cuenta de que los colores no significan lo mismo para todos, no hay un gráfico, una cartilla, un catálogo que nos indique las combinaciones, los conjuntos, no hay nada acertado, ni desacertado tampoco. ¿No será que cada quien le imprime su personalidad a los colores que usa y no al contrario?. Y para muestra de cómo esa tesis ha ido cambiando podemos sumar que lo de los colores tiene que ver incluso con las costumbres, hoy en día vestir de negro puede indicar seriedad, elegancia, sobriedad, antes quien vestía de negro indicaba que estaba de luto y poco más.

Esta misma reflexión se puede llevar a otras expresiones creativas como la música, el baile, la escritura. Es probable que para unos la música clásica sea perfecta para relajarse y resulta que a mi me provoca lo contrario, resulta que yo me relajo con blues o escuchando salsa. Puede que estemos equivocados, seguramente lo estamos en un porcentaje, nada es A o B, todo tiene matices, hablando de colores existe el dicho que reza: “entre gustos y colores…” o como se dice en España, “para gustos, colores”, es decir, hay tantos gustos como colores puedan existir, hay tantas emociones como colores puedan existir y cada uno les pone los colores que quiera.

No nos encasillemos, intentemos salirnos de la línea con más frecuencia de la que creamos que lo hacemos, demos espacio a nuestra creatividad sin ponerle etiquetas ni organizarla, dejemos la organización para cuando necesitemos forma, pero para conseguirla usemos masilla (plastilina) y hagamos con ella cuantas figuras se nos ocurran, nos sorprenderemos y acabaremos organizando todo mucho mejor, pensando y sintiendo, siendo seres inteligentemente emocionales. No sintamos desde el raciocinio, desde esa regla que nos deja poca libertad y que indirectamente nos obliga a pensar que los colores condicionan nuestras emociones, nuestra persona y, por ende, nuestro trabajo, tengamos en cuenta que dentro de nosotros todo es algo personal.

Un comentario en “¿Sabemos emocionarnos?

  1. Hola prima. Felicidades por tu blog! Leyendo tu artículo se me vinieron a la memoria todas las reglamentaciones que como enfermera, el Colegio de Enfermería, así como también los lugares donde he trabajado esperan que acate para que me comporte como una autómata.

    Como enfermera se me pide que no entable relaciones personales con mis pacientes, cosa que hallo muy difícil. Lo hallo difícil primeramente por ser humana y tener sentimientos, segundo por ser Cristiana, tercero por pertenecer a la cultura latina que nos inculca el ser tan extrovertidos.

    Cómo atender a una viejita en un hospital por tres semanas y no preocuparme por su bienestar al ella dejar el recinto? No quieren que le siga la pista de ninguna manera, aunque ella quiera seguir en contacto conmigo. Simplemente me imponen que la relación paciente /enfermera se trunca desde el momento en que la persona deja de ser mi paciente.

    Cómo no establecer una relación personal con mis pacientes si trabajo dentro de sus propias casas? Llega un momento en el que te sienten amiga y hasta familia. Sin embargo no te permiten darles un regalo de Navidad o cumpleaños. No te permiten recibir de parte de ellos ni tan siquiera una caja de bombones que con tanto agradecimiento te lo ofrecen porque te toman cariño?

    Definitivamente me ha costado adaptarme a eso. Soy una persona extrovertida que jamás ha usado el color negro para asistir a ningún velorio. Pasando a otro plano, muchos no comprenden cómo yo me puedo divertir en una fiesta sin necesidad de tomarme una cerveza. No me da vergüenza conversar sobre temas que a muchos les parecería inapropiados. El mundo es como es, con sus encantos y desencantos no gracias a mí, por lo tanto no tengo por qué sentirme incómoda opinando sobre ciertos temas que a muchos los incomoda.

    Creo que todos somos en parte programados a sentir o a ver ciertas cosas del mundo desde una u otra perspectiva, y a atar estereotipos a ciertas situaciones o personas. De eso no nos podemos escapar 100%, y muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que lo que pensamos está ligado a nuestra crianza o a lo que estamos expuestos a través de los medios de comunicación. Sin embargo en lo personal no siempre ha sido fácil sentirme o ser más extrovertida que muchos a mi alrededor, o simplemente no pensar como la mayoría en muchos temas. Sin embargo ya a mis casi 50 años no es algo que me preocupe. Las preocupaciones sobre lo que piensen o no de mí quedaron en el pasado. 😉

    Gracias por compartir tu blog conmigo.

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